martes, 4 de diciembre de 2012


SUBRAYADO A LÁPIZ: hijo de dios - cormac mccarthy

"Hijo de Dios" es una novela rural, en un sentido cercano a Steinbeck, que se desarrolla en el Tennessee de la década de los sesenta y que nos cuenta la historia de Lester Ballard, un jovenzuelo de orígenes campesinos y marginales, cuya sexualidad reprimida estallará hasta el extremo de convertirse en asesino y necrófilo. Esta novela pasó en su tiempo bastante desapercibida y sus pasajes más escabrosos en algunos casos generaron cierto malestar entre algunos críticos. Algunos de ellos relacionan "Hijo de Dios" con "Santuario", de Faulkner.

"El dueño del vertedero había criado a nueve hijas y les había puesto los nombres a partir de un antiguo diccionario médico extraído de los escombros que recogía.(...) Uretra, Cerebelos, Hernia Sue. Se movían como gatos y como gatos en celo atraían a mozos de los alrededores hacia el estercolero, hasta que el viejo empezó a salir por la noche y a disparar con una escopeta al azar, simplemente para aclarar el aire. No era capaz de diferenciar quién era la mayor o qué edad tenían o si deberían salir con chicos o no. Como gatos también podían percibir su falta de determinación. Iban y venían a cualquier hora en todo tipo de coches viciosos, un carrusel disoluto de sedanes destrozados y de convertibles de color negro, con luces traseras azules, bocinas de cromo y colas de zorro y dardos gigantes o demonios de piel falsa para poner en el salpicadero."

"(...) está empezando a calentarse con fuerza. Esto va bien para algunas herramientas, pero necesitamos una temple azul. Ahora está poniéndose marrón. Obsérvala ahora. ¿Lo ve?.
Sacó el hacha del fuego y la colocó sobre el yunque.
Hay que estar atento y no dejar que el temple abandone los bordes primero. Hay que preparar bien el fuego antes de empezar a trabajar.
¿Está lista?, pregunto Ballard.
Así es. Ahora Ahora le pondremos un mango y se podrá ir a casa.
Ballard asintió con la cabeza.
Esto es como todo, dijo el herrero. En cuanto haces algo mal, entonces te sale todo mal. Revisaba los mangos que había dentro de un barril.
¿Cree que podría hacer todo esto después de haber visto como se hace?
¿Hacer qué?, preguntó Ballard."


"Abrió la puertecilla de la estufa de golpe y salieron rodando brasas al rojo vivo. Comenzó a amontonar papeles. Ballard levantó a la chica. Estaba cubierta de sangre por todos sitios. Se la cargó al hombro y miró a su alrededor. El rifle. Estaba apoyado contra el sofá. Lo cogió y miró a su alrededor con una furia desenfrenada. El techo de la habitación estaba repleto de hileras hirvientes de humo y pequeños focos de fuego devoraban el suelo de madera desnudo y se iban acercando al linóleo. Antes de atravesar la puerta de la cocina, aún pudo ver al niño retrasado entre la humareda. Estaba sentado en el suelo observándolo, con los ojos negros como el tizón, mugriento y templado entre las espectaculares llamas."

"Durante la primavera o el buen tiempo, cuando la nieve se deshace en el bosque, las huellas del invierno vuelven a aparecer en esbeltos pedestales y la nieve revela en palimpsesto viejas correrías enterradas, luchas, escenas de muerte. Cuentos de invierno sacados a la luz de nuevo como si el tiempo hubiera vuelto atrás siguiendo sus pasos. Ballard atravesó el bosque pateando sus viejas huellas que cambiaban de dirección sobre la colina hacia la que un día había sido su casa. Viejas idas y venidas. Las huellas de un zorro alzadas a partir de la entalladura de la nieve a modo de pequeñas setas y bayas donde los pájaros habían descargado cagarrutas carmesíes sobre la nieve como si de sangre se tratara.

Cuando alcanzó la vista apoyó el rifle sobre las rocas y observó la casa que había abajo. No salía humo de la chimenea. Ballard se quedó mirando con los brazos cruzados. Un día gris y gélido junto con toda la nieve derritiéndose cesó de brotar y de manar. Ballard vio los primeros copos caer a modo de cenizas sobre el valle.

- ¿Dónde estás, so cabrón?, gritó."