domingo, 28 de julio de 2013


SUBRAYADO A LÁPIZ: abierto toda la noche - david trueba

Crónica de una educación sentimental, las personas que habitan este libro sólo escuchan la voz de su corazón, mientras que la razón guarda un impasible silencio. Y así, el lector seguirá a los Belitre en una sucesión imparable de situaciones de altísimo comedia y negro melodrama, con Matías, un niño de doce años que sufre una misteriosa enfermedad mental, un abuelo que en medio de la demencia senil se entrega en cuerpo y alma a la poesía y la religión, y hasta una pareja de desamparados testigos de Jehová que encontrará su casa en la ternura de los Belitre.


"Amor era una palabra mayúscula para los Belitre. Por aquella idea, individualmente, eran capaces de justificar las mayores atrocidades. Estar enamorado era una razón de tal peso, que eliminaba cualquier culpa. No sabían, todavía, que el amor puede llegar a ser el más miserable de los sentimientos, el más cruel, egoísta y tirano. Un Belitre enamorado era una locomotora ciega, apasionada, que no obedecía a ninguna vía."



"- No busques en los libros lecciones que aprender -le decía a su nieto-. Los buenos libros tienen que hacerte daño, cambiarte la vida."



"Felisín bajó del taxi, sacó las maletas y las tiró al interior de un contenedor repleto de escombros. Volvió a subir y el taxista le miró con una mezcla de temor y dureza a través del retrovisor.

El taxista cruzaría de nuevo la ciudad, tras dejar a Felisín, para regresar al contenedor. Sin embargo, cuando llegó, las maletas estaban abiertas y la ropa saqueada. Se sintió decepcionado al no encontrar el cadáver descuartizado de alguna víctima. Un rato antes, una desvelada mujer lo había visto todo desde el balcón de su casa. Bajó a hurtadillas a la calle y tras ver el lujoso contenido se hizo con las prendas más valiosas y volvió a su casa. Al día siguiente, al mostrarle a su marido a la vuelta del trabajo un precioso traje malva y unos zapatos de ante, éste la emprendería a golpes con ella. Al asegurarle la mujer que lo había encontrado en la basura, el marido redobló sus golpes y gritos de puta. "Aquí el único que te hace regalos soy yo", juró haber oído un vecino. Desgarrado el vestido, descubrió la combinación negra y sugerente de Nicole y tras abofetearla con brutalidad la poseyó, sin caer en la cuenta, hasta más tarde, de que estaba muerta."



"El fracaso amoroso en el hombre provoca estados tragicómicos. Quien evita los clásicos remedios -alcohol, drogas, prostitución- se sumerge en un complicado estado depresivo. La gran crisis de la vanidad conduce a un bajón absoluto de defensas y a una irremontable tendencia a la molicie. He visto a hombres pasar semanas sin abandonar de hecho su cama en un intento de dormir para olvidar. He visto a hombres marcar todos los números femeninos de su agenda de teléfonos buscando ligar para olvidar. He visto a hombres volcarse en la literatura y la redacción de cartas como si escribir ayudara a olvidar. He visto a hombres gritar un nombre de mujer por la ventanilla de un coche a toda velocidad resueltos a vocear para olvidar. Todo ellos en una lucha sin cuartel, y perdida de antemano, por evitar la gran derrota de su ego. Los hombres utilizan a las mujeres para enamorarse de sí mismos por persona interpuesta."



"Había llegado la hora para el menor de los Belitre de regresar a su crítica de cine donde dar su versión de cómo debían ser las películas, ya que no era capaz de imponer su idea de cómo había de ser la vida."



"Pues claro que no hay que llorar por los vivos -proclamó el padre con una alegría inusual en él-. Mira, en los cementerios es donde menos muertos hay. Las tumbas están llenas de gente que sigue viva. En cambio, vete a un bar por la mañana temprano. Verás un montón de muertos."



"En el intento de perfeccionar a un ser humano, se corre el riesgo de crear un monstruo"

jueves, 18 de julio de 2013


SUBRAYADO A LÁPIZ: el mal de portnoy - philip roth

La imagen de Alexander Portnoy como una persona tranquila y sin mancha tiene su contrapunto: en la intimidad, su deseo sexual es insaciable. En un lúcido diálogo con su psicoanalista, Portnoy da rienda suelta a sus frustraciones y complejos, y considera las posibles causas de su “condición”: la atención sofocante de sus padres, las presiones impuestas por su herencia judía y su enorme dificultad para relacionarse con mujeres si no existe una motivación sexual. Una aguda visión de la cultura judía y sus costumbres y una crítica, en ocasiones hilarante, al desmoronamiento del sueño americano.


"Doctor, cómo, dígame cómo, cómo, ¿cómo es posible que una madre le saque un cuchillo a su propio hijo? Tengo seis, siete años, ¿cómo voy a saber que no va a clavármelo? ¿Qué voy a hacer, tratar de achantarle el farol, con siete años? No tengo ningún sentido de las complicaciones estratégicas, por amor de Dios: ¡es que no peso ni treinta kilos, seguramente! Viene y se pone a blandir un cuchillo delante de mí. ¿Qué es lo que yo pienso? Pienso que hay por ahí agazapada una intención de hacerme sangrar con él. Lo único es que ¿por qué? ¿Qué pensamientos puede haber en su cabeza? ¿Cómo de loca está? Supongamos que me hubiera permitido salirme con la mía. ¿Qué se habría perdido? ¿Por qué un cuchillo, por qué la amenaza de matarme, por qué le parece necesaria una victoria tan arrasadora?"



"Doctor, ¿de qué es de lo que tengo que liberarme: del odio... o del amor? Porque ni siquiera he empezado a mencionarle todo lo que recuerdo con placer, quiero decir con embeleso y con una amarga sensación de pérdida. Esos recuerdos que parecen, todos ellos, vinculados al tiempo que hacia y a la hora que fuese, y que se me ofrecen a la memoria con tal patetismo que por un momento me hacen no estar donde quiera que me encuentre, en el metro, en la oficina, cenando con alguna chica guapa, sino en lo más profundo de mi niñez, con ellos, con mi padre, y con mi madre. Estos recuerdos no son nada, prácticamente nada, y sin embargo, se me antojan momentos históricos tan esenciales para mi propio ser como el preciso instante en que me concibieron. Podría decirse que tengo en la memoria el choque del esperma de mi padre contra el óvulo de mi madre, y todo pro lo muy agradecido que estoy -sí, agradecido-, por como los amo, arrolladoramente, sin reserva alguna. ¡Sí, de mí hablo: arrollador y sin reserva alguna, es mi amor!"



"La sinagoga es su medio de vida, y eso es todo lo que hay que decir al respecto. Venir al hospital a soltar ocurrencias sobre la vida (sílaba por sílaba) a personas que están temblando dentro de sus pijamas de miedo a la muerte, es lo mismo que lo de mi padre vendiendo seguros de vida. Es lo que cada uno hace para ganarse la vida, y si quieres tenerle devoción a alguien, ténsela a mi padre, maldita sea, y hazle reverencias como se las haces a ese gordo hijo de puta que da risa verlo, porque mi padre sí que se mata a trabajar, sin tomarse por ello el manderecha de Dios. Y no habla con tantísimas sílabas. Qui-e-ro dar-les a us-te-dess la bie-en-ve-ni-daa aa es-ta si-na-go-gaaa. Dios, Diooooos, si estas ahí arriba, bañándonos en tu resplandor, ¿por qué no nos ahorras el modo de hablar de los rabinos? Mira, ¿por qué no nos ahorras la religión, aunque sólo sea en nombre de la dignidad humana?"



"- Mira -dice ella-, puede que yo no sepa quién soy, pero tú tampoco sabes quién quieres que sea. No te olvides de esto.

- Dabuten tía.

- ¡Soplapollas! ¿ Es que no ves lo que es mi vida? ¿Crees que me gusta no ser nadie? ¿Crees que me vuelve loca estar así de vacía? ¡Lo odio! ¿Odio New York! ¡Es que no quiero ni volver a pisar el estercolero ese! ¡Yo lo que quiero es vivir en Vermont! ¡Quiero vivir en Vermont contigo, y ser una persona mayor, a ver si averiguo lo que quiere decir ser una persona mayor! Quiero estar casada con alguien a quién pueda mirar con respeto. ¡Y admirar! ¡Y escuchar! -estaba llorando-. ¡Alguien que no trate de escacharrarme la cabeza! Mira Alex, me parece que te quiero. De verdad que me lo parece. Pero ¿de qué me sirve?

En otras palabras. ¿Me parecía a mí que la quería? Respuesta: no. Lo que pensé (esto le va a resultar divertido Doctor) no fue ¿la quiero?, ni tampoco ¿puedo quererla?, sino ¿debería quererla?"



"En seguida empezamos a hablar muy en serio sobre la humanidad. Su conversación esta repleta de eslóganes apasionados, no muy distintos  de los míos en la adolescencia. Una sociedad justa. La lucha común. Libertad individual. Una existencia productiva en lo social. Pero con qué naturalidad lleva el idealismo pensé. Sí, era como a mí me gustan las chicas: inocentes, buena, zaftig, sencilla y nada castigada. ¡Por supuesto! No quiero estrellas de cine ni maniquíes ni putas, ni una mezcla de las tres. No quiero vivir un derroche de fantasía sexual, ni quiero seguir viviendo esa fantasía masoquista en que he vivido, tampoco. No: quiero simplicidad, quiero salud, ¡la quiero a ella!"



ENTRELECTORES