viernes, 8 de abril de 2016


SUBRAYADO A LÁPIZ: la muerte del padre - karl ove knausgård

Karl Ove Knausgård está luchando con su tercera novela casi diez años después de que su padre se emborrachara hasta morir. Quiere que sea una obra maestra, pero le atormentan las dudas sobre su talento como escritor y se pasa los días imaginando epitafios nada halagadores para sí mismo. La mente de Karl Ove deambula entre sus frustraciones actuales y su relación con su familia y el pasado –su infancia, las inseguridades de la adolescencia, el descubrimiento del sexo, del alcohol, esa «bebida mágica», su pasión por el rock– cuando su padre tenía la misma edad que él ahora. Era un niño serio y a menudo angustiado, con un hermano más feliz y menos complicado que él, una madre apacible y cariñosa pero casi invisible, y un padre distante e imprevisible. Un padre cuya muerte prematura suscitó en él emociones contradictorias, alivio, y también un profundo dolor, sentimientos que el protagonista aún no ha conseguido aceptar.


"Lo único que no envejece de la cara son los ojos. Son igual de claros el día que nacemos que el día que morimos. Es cierto que sus venas pueden reventar y las retinas se vuelven más mates, pero su luz nunca cambia."




"Hace seis años, Bergen era la ciudad en la que escribía, y aunque no había pensado vivir en ella el resto de mi vida, tampoco tenía intención de dejar ni el país ni a la mujer con la que estaba casado. Al contrario, estábamos pensando en tener hijos y tal vez mudarnos a Oslo, donde yo escribiría más novelas y ella seguiría trabajando en la radio y en la televisión. Pero de ese futuro, que seguramente sólo fue una prolongación del entonces presente, con sus rutinas y sus cenas con amigos y conocidos, sus viajes de vacaciones y sus visitas a padres y suegros, todo esto enriquecido por los hijos que pensábamos tener, no hubo absolutamente nada. Algo sucedió, y de un día para otro me fui a Estocolmo, al principio sólo para ausentarme durante unas semanas, y luego de repente se convirtió en mi vida. No sólo cambiaron la ciudad y el país, sino también todas las personas. Si resulta extraño que lo hiciera, aún más extraño es que nunca piense en ello.¿Cómo aterricé aquí? ¿Por qué ocurrió así?"




"Las únicas huellas que existen de la vida anterior son los libros y los discos que me traje. Dejé todo lo demás. En aquella época perdí mucho tiempo pensando en el pasado, cuando ahora miro hacia atrás me parece que fue casi enfermizo perder tanto tiempo pensando en el pasado y que por ello no sólo leía la novela En Busca del Tiempo Perdido de Marcel Proust, sino que más o menos me la bebía, ya que ahora el pasado apenas está presente en mis pensamientos."




"Y cada día que pasa crece la añoranza por el momento en que la vida llegue al borde, por ese momento en que se abre la compuerta y la vida por fin avance. Al mismo tiempo, comprendo que precisamente lo repetitivo, lo encerrado, lo inalterable, es necesario, que me protege, porque las pocas veces que lo abandono, vuelven todos mis viejos tormentos. De repente estoy de nuevo obsesionado por toda clase de pensamientos de lo que se dijo, lo que se vio, lo que se pensó, como lanzado dentro de esa parcela descontrolada, estéril, a menudo humillante y a la larga destructiva en la que viví durante tantos años. La añoranza de otro lugar es tan fuerte allí como aquí, pero la diferencia es que la meta de la añoranza es realizable allí, pero no aquí. Aquí estoy obligado a buscarme otros objetivos y contentarme con ellos. El arte de vivir, de eso estoy hablando."




"Aquella noche me resultaba imposible estarme quieto. Daba vueltas por la casa, iba de una lado para otro de mi habitación, subía y bajaba las escaleras, entraba y salía de las habitaciones de abajo. Tenía la sensación de ser más grande que el mundo, como si estuviera todo el mundo dentro de mí, y ya no hubiera nada más por lo que luchar. La humanidad era pequeña, la historia era pequeña, el planeta era pequeño, incluso el universo, del que decían que era infinito, era pequeño.Yo era más grande que todo lo que había. Era una sensación fantástica, pero me dejó desosegado, porque lo más importante de ella era el ardiente deseo, lo que llegaría, lo que haría, y no lo que hacía o había hecho."




"Yo defendía lo suave y no lo duro, estaba en contra de guerras y autoridades, jerarquías y toda clase de fuerza, no quería aprenderme nada de memoria en el instituto, sino pensar que mi intelecto se desarrollaría de un modo más orgánico. Políticamente muy a la izquierda, el reparto injusto de los recursos del mundo me cabreaba, quería que todos recibieran parte de lo bueno, y en ese sentido el capitalismo y el dominio del dinero eran los enemigos. Opinaba que todas las personas tenían el mismo valor y que las cualidades internas siempre eran más importantes que las externas. En otras palabras: estaba a favor de la profundidad y en contra de lo superficial, a favor del bien y en contra del mal, a favor de lo suave y en contra de lo duro. Así pues, ¿no debería estar contento al ver a mi padre pasarse al lado de los suaves? No, porque yo despreciaba la expresión externa de lo suave, es decir, las gafas redondas, los pantalones de pana, los zapatos anchos, los jerséis tejidos a mano."




"Había nacido como un ideal de bachiller que partía de la idea de que la noche estaba de una u otra forma relacionada con la libertad. No en sí, sino en su contraste con la realidad cotidiana de nueve a cuatro, que yo y algunos más considerábamos burguesa y conformista. Queríamos ser libres, ergo estábamos levantados por la noche. El que siguiera con eso tenía menos que ver con la libertad que con una creciente necesidad de estar solo. Más tarde comprendí que esa necesidad era algo que tenía en común con mi padre. En la casa en la que vivíamos tenía para él solo un pequeño apartamento, donde pasaba casi todas las tardes. Eso era su noche."




"Por muy extrema que hubiera sido su vida en los últimos años, constituía sólo una minúscula parte de todo lo que había vivido. Cuando ella veía a mi padre veía al que había sido de bebe, de niño, de adolescente, de adulto, todo su carácter y todas sus cualidades cabían en esa mirada, de modo que aunque estuviera tan borracho que se cagara encima tumbado en su sofá, ese momento era tan breve y ella tan vieja que en comparación con todo el tiempo que había almacenado con él, lo de los últimos años no tenía peso suficiente para convertirse en la imagen definitiva. Supuse que lo mismo pasaba con la casa. La primera casa con las botellas, sería la casa de las botellas, mientras que esta casa era su hogar, donde ella había pasado los últimos cuarenta años, y el que ahora estuviera llena de botellas, nunca podría convertirse en lo principal."