martes, 28 de octubre de 2014


SUBRAYADO A LÁPIZ - paul auster - brooklyn follies

Nathan Glass decide regresar a su barrio de la infancia, Brooklyn, tras sobrevivir a dos de las cosas más devastadoras de la vida: un cáncer y un divorcio. Decidido a escribir durante su jubilación "El libro del desvarí­o humano", en él contará todo lo que pasa a su alrededor, todas esas pequeñas situaciones cotidianas curiosas que le vayan sucediendo cada día. Escribir de algún modo lo que le de la gana. Enamorado de forma idealista de la joven camarera latina del bar que frecuenta cada día, éste será una de sus paradas diarias junto a la librerí­a de segunda mano de Harry Brightman, un homosexual culto con un pasado extraño y lleno de turbiedad. Precisamente allí­ se encuentra con Tom, su sobrino y el hijo de su amada hermana muerta, que trabaja allí tras pasar por una etapa decadente como conductor de un taxi. A partir de todo este contexto Nathan irá descubriendo de nuevo el Brooklyn en el que creció, a la vez que descubre un buen montón de motivos por los que, a pesar de todo, la vida merece seguir adelante.


"Tengo treinta años, declaró a su nuevo jefe, y peso veinte kilos de más. Hace más de un año que no me acuesto con una mujer, y en las últimas doce mañanas he soñado con atascos en doce sitios diferentes de la ciudad. Podría equivocarme, pero creo que estoy preparado para cambiar de vida."




"Tu no has trabajado en el ramo de seguros. La pasión por el engaño es universal, muchacho, y cuando alguien le coge el gusto, ya no hay remedio que valga. El dinero fácil: no hay mayor tentación que ésa. Fíjate en todos esos listos que montan simulacros de accidentes de coches en los que resultan falsamente heridos, los comerciantes que incendian sus tiendas y almacenes, la gente que finge su propia muerte. He estado treinta años observando esas cosas, y nunca me he cansado de verlas. El gran espectáculo de la falta de honradez. Lo tienes por todas partes donde mires y , te guste o no, es de lo más divertido que se pueda ver."




"Para que luego hablen del mito de la tolerancia y la buena voluntad entre parejas divorciadas. Al terminar la conversación, me dieron ganas de saltar al próximo tren que fuera a Bronxville y estrangular a Edith con mis propias manos. Pero entonces me entraron náuseas. Aunque hay que reconocérselo a la chica. Su ira había sido tan virulenta, sus acusaciones y su desprecio tan agresivos, que en realidad me ayudó a tomar una decisión. No volvería a llamarla nunca más. Nunca en la vida. Bajo ninguna circunstancia, en ningún momento. El divorcio nos había separado a los ojos de la ley, disolviendo el matrimonio que nos había unido durante tantos años, pero aun así seguíamos teniendo algo en común, y como seríamos los padres de Rachel durante todo el tiempo que nos quedara de vida, yo había supuesto que ese vínculo nos evitaría caer en un estado de permanente animosidad. Pero vi que no. Aquella llamada fue el final de todo, y en lo sucesivo Edith no sería más que un nombre para mí: cinco letras insignificantes que designaban a una persona que había dejado de existir."




"Las relaciones sexuales entre gente mayor pueden pasar por situaciones molestas o de cómica indolencia, pero también poseen una ternura que suele escapársele a los jóvenes. Pueden tenerse los pechos caídos, o la picha pendulona, pero la piel sigue siendo piel, y cuando alguien que te gusta te acaricia, te abraza o te besa en la boca, te sigues derritiendo de la misma manera que cuando creías que ibas a vivir eternamente. Joyce y yo no habíamos llegado al diciembre de de nuestra vida, pero no cabía duda de que mayo quedaba bastante atrás. Lo que compartíamos era una tarde de últimos de octubre, uno de esos luminosos días de otoño con un vívido cielo azul, un aire fresco y tonificante, y un millón de hojas aún adheridas a los árboles: marrones en su mayor parte, pero todavía con suficientes tonos dorados, rojizos y amarillos para tener ganas de estar al aire libre lo más posible."