miércoles, 27 de agosto de 2014


SUBRAYADO A LÁPIZ : taipei - tao lin

De origen taiwanés, Paul es un escritor que habita en la ciudad de New York y que parece abocado a la ruina personal. La tensa relación con sus padres, que no hace mucho regresaron a su país de origen; su desastrosa vida sentimental, dirigida siempre hacia la búsqueda de novias potenciales; la irresponsabilidad para con su obra y sus editores; su adicción a los fármacos; y la influencia de la virtualidad de las redes sociales, son los diversos caminos sin salida a los que el protagonista se ve confinado a punto de cumplir veintisiete años, edad en la que murieron trágicamente los ídolos de una generación como la suya, ciega, perdida y consumista. Taipéi, la tercera novela de Tao Lin publicada por Alpha Decay, es una oda –o un lamento– a la forma de vida actual. Es una meditación desasosegante pero a su vez apasionada acerca de la memoria, el amor y lo que significa estar vivo, ser joven y vivir en Occidente en pleno siglo XXI.


"Al cabo de una hora sujetaban su tercera o cuarta copa sentados en sillas en un rincón oscuro, de cara a lo que a Paul le pareció un grupo de entre sesenta y ochenta amigos. Bafles invisibles emitían, sobre todo, músicas dance y electrónica a todo volumen; en esos momentos sonaba Michael Jackson. Paul se había quedado mirando una zona llena de torsos. Era consciente de haber experimentado la insatisfacción en su relación anterior como un entusiasmo por el futuro empíricamente contrastado, hasta cierto punto, pues suponía la posibilidad de una relación más satisfactoria con alguien a quién todavía no había conocido; ahora, con Michelle, la persona a quien más unido se sentía -eso ya se lo había dicho varias veces, y muy sinceramente-, vivía la insatisfacción como un fracaso personal, como el indicio directo de una disfunción interna en cuya corrección secreta debía centrar su atención."



"En la fiesta, casi todo gente entre los treinta y los cuarenta, Paul le hizo a Amy una pregunta abierta sobre sus padres. Cuando, tras una pausa, ella iba a contestarle, Paul se llevó el móvil del bolsillo del pantalón a la oreja. Hola, dijo con voz muy nítida, y mientras su campo visual periférico advertía que Amy se llevaba el vino a la boca y estaba a punto de derramarlo, se sintió físicamente aislado, como si llevara un casco de moto.

- Era broma -dijo Paul-. No me ha llamado nadie.

Amy tenía una expresión apática y desorientada.

- No tengo ninguna llamada.

- Muy bueno -dijo Amy desviando la mirada.

- Era broma."




"A veces, al contemplar de noche alguna ciudad, sobre todo una gris o marrón, Paul la veía intuitivamente como una cosa pequeña e irreductible que, creciendo muy deprisa desde el verano en que había llegado, desarrollaba manchas de color sobre su superficie en expansión, amarilleaba en otoño, y en invierno, debilitada, ya había perdido el exterior preparándose para volver a crecer en primavera, aunque, incapaz en la forma que había adoptado de integrarse en el ciclo natural, seguía creciendo en verano y otoño, etcétera, desprovista de cara y de piel, sin hostilidad o tiranía o conciencia abstrusa de su propia integridad, sino más bien como algo varado que, sin vista ni educación, persigue una especie de anhelo indefinido. Viviendo en el interior de un edificio, encerrado en una habitación, al ver las calles y los puentes y las aceras podías terminar olvidando que todo era un único ser, extraño y anhelante."




"- ¿Y eso por qué lo piensas?

- Me estaba volviendo paranoica. Pensaba que no querías tenerme cerca y que mi presencia ya te molestaba.

- No -dijo Paul meneando la cabeza.

- Estabas tan callado.

- Estoy tan callado porque estoy bajo mínimos. Te dije que me sentía como un zombi.

- Ya lo sé, pero todavía estaba paranoica. Pensé y si sólo me soporta. Voy a pasar las próximas tres semanas con él, y cosas así.

- Estamos completamente bajo mínimos. No te fíes de lo que sientes ahora."




"A partir de un determinado momento, advirtió Paul vagamente, la tecnología había pasado a señalarle únicamente el carácter ineludible y próximo de la nada. En vez de liberar nanorobots en el torrente sanguíneo para reparar las cosas más rápidamente de lo que se deterioraban, implantar pequeños computadores en el cerebro de la gente o aplicar otros métodos que Paul habría descubierto en la Wikipedia con intención de aplazar la muerte hasta convertirla en ese ente lejano, menguante y casi inexistente que entonces era la vida -y para que la vida, para los humanos inmortales, se convirtiera en la diversión preponderante que entonces era la muerte-, la tecnología parecía abocada a eliminar la vida para siempre cumpliendo incontroladamente su única función: convertir la materia, animada o inanimada, en materia computerizada con el único objeto, al parecer, de aumentar su funcionamiento hasta que el universo fuera un único ordenador."

martes, 12 de agosto de 2014


SUBRAYADO A LÁPIZ: llamadas telefónicas - roberto bolaño

Intensos, misteriosos y llenos de significados más allá de lo que muestran a primera vista, esta colección de relatos de Roberto Bolaño ofrece la mejor cara del escritor chileno gracias a esa narrativa abierta e imprevisible que alcanza puntos de genialidad en cuentos como el que da título al libro. Imprescindible.


"Por entonces yo vivía con una mexicana y nuestra relación amenazaba con acabar con ella, conmigo, con los vecinos, a veces incluso con la gente que se atrevía a visitarnos. Estos últimos días, advertidos, dejaron de venir a nuestra casa y por aquellos días casi no veíamos a nadie; éramos pobres (la mexicana, pese a pertenecer a una familia acomodada del D.F, se negaba terminantemente a recibir ayuda económica de ésta), nuestras peleas eran homéricas, una nube amenazante parecía cernirse permanentemente sobre nosotros. (...) La verdad es que por aquellos años días yo no era una buena compañía para nadie. Esto lo sabía todo el mundo y todo el mundo me evitaba o me rehuía. Pero Enrique sí quería verme y a la mexicana, vaya uno a saber por qué oscuros motivos, Enrique, su compañera, le cayeron bien y las visitas, la cenas se sucedieron hasta un total de cinco, no más."



"Y recuerdo (esto si que lo recuerdo con total claridad) que Enrique admitió que le gustaría tener un hijo, la experiencia del hijo fueron sus palabras textuales, no su mujer sino él, es decir tenerlo nueve meses dentro de su barriga y parirlo. Recuerdo que cuando lo dijo yo me quedé helado, la mexicana y su compañera lo miraron con ternura, y a mí me pareció ver, y eso fue lo que me dejó helado, lo que años después , pero desgraciadamente no muchos años después, sucedería. Cuando la sensación pasó, fue breve, apenas un chispazo, la afirmación de Enrique me pareció una boutade que ni siquiera merecía contestación. Por descontado, ellos querían tener hijos, yo para variar, no, al final de los cuatro de aquella cena el único que tiene un hijo soy yo, la vida no sólo es vulgar sino también inexplicable."




"Por la mañana, al despertar, B está enamorado otra vez. ¿Pero está enamorado de X o está enamorado de la idea de estar enamorado? La relación es problemática e intensa: X cada día bordea el suicidio, está en tratamiento psiquiátrico (pastillas, muchas pastillas que sin embargo en nada la ayudan), llora a menudo y sin causa aparente. Así que B cuida a X. Sus cuidados son cariñosos, diligentes, pero también son torpes. Sus cuidados remedan los cuidados de un enamorado verdadero. B no tarda en darse cuenta de esto. Intenta que salga de su depresión, pero sólo consigue llevar a X a un callejón sin salida o que X estima sin salida. A veces cuando está solo o cuando observa a X dormir, B también piensa que el callejón no tiene salida. Intenta recordar a sus amores perdidos como una forma de antídoto, intenta convencerse de que puede vivir sin X, de que puede salvarse solo. Una noche X le pide que se marche y B coge el tren y abandona la ciudad."




"Dijo que la gente a veces se quedaba largo rato contemplando el horizonte, el sol que desaparecía detrás del cerro El Lagarto, y que el horizonte era de color carne, como la espalda de un moribundo. ¿Y qué esperan que aparezca por allí?, le pregunté. Mi propia voz me espantó. No lo sé, dijo: una verga. Y luego: el viento y el polvo, tal vez. Después pareció tranquilizarse y al cabo de un rato creí que estaba dormido. Volveré mañana, murmuré, tómate las medicinas y no te levantes. Me marché en silencio."




"Mi infancia fue feliz y no tiene nada que ver con lo que después ha sido mi vida. Las cosas comenzaron a torcerse durante la adolescencia. Yo vivía en Santiago y según mi padre estaba destinado a convertirme en un delincuente juvenil. Mi padre, por si aún no los sabes (y no veo por qué tendrías que saberlo), era José Estrada Martínez, alias el Guatón de Estrada, uno de los principales dirigentes del Partido Comunista de Chile. Mi familia era proletaria, con conciencia de clase, luchadora, y con una honradez a prueba de fuego. Yo a los trece años robé una bicicleta. Con eso parece que te explico todo."




"Gente que enfermaba porque sabía que podía morir en cualquier momento, gente que no iba a tener la experiencia de la vejez en la vida, la droga les proporcionaba esa experiencia y los curaba. A veces Sofía se drogaba. Tomaba LSD y anfetaminas y rohipnoles, pastillas para subir y pastillas para bajar y pastillas para controlar el volante de su coche. Un coche al que yo, por precaución, rara vez me subía. Salíamos, en verdad, poco. Yo hacía mi vida, Sofía hacía su vida y por la noche, en su cuarto o en el mío, nos trenzábamos en una lucha interminable hasta quedar vaciados cuando ya empezaba a amanecer."