miércoles, 30 de octubre de 2013


SUBRAYADO A LÁPIZ: todo arrasado, todo quemado - wells tower

El primer libro de Wells Tower, Todo arrasado, todo quemado, ha maravillado a la crítica estadounidense, que no ha dudado en calificarlo como uno de los mejores debuts literarios de los últimos tiempos. Medios como el New York Times, el New York Observer o el Publishers Weekly se han apresurado a dedicar páginas a este joven autor que, con tan solo un libro, ya ha sido comparado a escritores de la talla de John Cheever o Raymond Carver. Ahora podemos disfrutar en castellano de estos relatos que, protagonizados por personajes a la deriva y escritos con humor e ingenio, muestran el portentoso talento de este ya imprescindible autor.


"- No sé por qué, pero en mitad de un tramo puse un escalón a quince centímetros del anterior, en vez de veinte: se me fue la olla totalmente. Y apareció el dueño de la casa, un viejo, para ver cómo iba la obra. Cuando estaba bajando, plaf, se cayó, y acabó al pie de las escaleras con una pierna rota. Después se pasó por allí un abogado con una cinta métrica y ahí terminó todo.

- Pues eso es lo que estoy diciendo -insistió Charlie-. Sólo en EEUU puede uno hacerse rico por ser demasiado tonto para bajar unas escaleras."




"- ¿Qué estás haciendo en mi casa? -preguntó Bob. Oyó que Randall decía algo, pero no distinguió las palabras. Vicky se puso al teléfono y lo saludó.

- Hola Vick -dijo él.

- ¿Cómo te van las cosas?

- Estupendamente. He encontrado petróleo en el jardín. Aquí todo el mundo bebe champán y tiene lavabos de oro. En cuanto doy una palmada aparece alguien y me acerca una uva a la boca. Pero ya lo he exprimido todo al máximo. Me estoy preparando para preparar mi vuelta.

- Ya -respondió ella-. Tenemos que hablar de ciertas cosas."




"Pero Bob sintió cierta afinidad con la babosa. Si él hubiera sido un animal marino, no creía que Dios lo hubiese ataviado con aletas azules y amarillas como el espléndido pez muerto que había en el suelo, ni que le hubiera concedido el cuerpo de un tiburón o de una barracuda o de cualquier otro de esos impecables destructores. No, seguramente habría pertenecido a la familia de ese pepino de mar, hecho a imagen y semejanza de las aguas residuales y caracterizado por proferir un eructo químico que arrasaba con cualquier cosa bonita que se acercara a él."



" Yo seguía riéndome cuando, al cabo de una hora de frío, dejé entrar a Stephen ofreciéndole una conciliadora taza de espeso chocolate caliente. Él la cogió con los dedos de color rosa, la vació en el fregadero, agarró un abrelatas de la encimera, me lo tiró, y me hizo una herida de seis centímetros debajo del labio inferior. Me ha quedado un paréntesis blanco en la barba del mentón, una perenne sonrisita de diablillo. Pero después de seis copa bien cargaditas, nuestra esclerótica historia se desenreda y se convierte en algo triste y sencillo. Si pienso en mi hermano se me empañan los ojos y me abruma la pena por los treinta y nueve años que hemos pasado sin entendernos."



"Él no se había esforzado en ocultar lo mal que le caía mi prometida. Ella asistía regularmente a la iglesia y procedía de una familia conservadora; la última vez que se habían visto, habían discutido por la guerra de Irak. En el transcurso de la cena, Stephen había conseguido que ella acabara declarando que habría estado encantada de que las bombas dejaran Oriente Medio completamente arrasado. Él le había preguntado cómo conciliaba esa táctica con el No Matarás, y su risa había atravesado todo el comedor cuando Amanda le había respondido que No Matarás era del Antiguo Testamento, y que no contaba."



"No tiene sentido intentar describir el amor que aún me inspira mi hermano cuando me mira así, cuando ha dejado de sacarme toda la lista de sus agravios y ha cesado durante un instante de despreciarse a sí mismo por no haber triunfado y por no haberse convertido en el nuevo John Tesh. Nuestra relación fraternal no es la que yo desearía para otros hombres, pero tenemos la fortuna de contar con un don único y sencillo: en esos escasos momento de felicidad, podemos compartir la alegría con la misma pasión y con la misma concentración con que compartimos el odio."



"Ya me estaba arrepintiendo de haberle hecho ese favor a Jane. Empecé a divagar. Es imposible ir en un Datsun enano con el nuevo novio de tu mujer sin recordar todas las cosas buenas de ella en las que es mejor no detenerse mucho. La curva de su vientre pegada a la parte posterior de tu espalda en una mañana fría. La resbaladiza maravilla de su cuerpo enjabonado en la ducha. Una noche de hace muchísimo tiempo en la que os revolcasteis el uno sobre el otro con tanto ahínco que rompisteis dos tornillos, de un centímetro, que sujetaban la cama. Pero, si empiezas a proyectar esa vieja película, Barry el de Mendocino no tarda en irrumpir en escena con sus enormes piernas desnudas y llenas de vello oscuro, en tu cama, con unas velas y un incienso pestilente echando humo en la mesilla de noche."



"En ese momento yo no entendí muy bien lo que Gnut estaba viviendo, pero después de que Pila y yo tuviéramos a los gemelos, de que formáramos una familia, comprendí lo terrible que puede ser el amor. Lamentas no poder odiar a esas personas, a tu mujer y a tu hijos, porque sabes lo que el mundo hará con ellos, porque tú mismo has cometido algunas de esas cosas. Resulta enloquecedor, pero te aferras a ellos con todas tus fuerzas e intentas no pensar en lo demás. Aunque te sigues despertando de madrugada y te quedas esperando el crujido y el chapoteo de los remos, el sonido metálico del acero, los ruidos de los hombres que reman para llegar a tu casa."