miércoles, 16 de noviembre de 2016


SUBRAYADO A LÁPIZ: un hombre enamorado - karl ove knausgard

"Un Hombre Enamorado" es el segundo libro de "Mi Lucha", la inmensa novela por entregas del noruego Karl Ove Knausgard. En ésta la historia arranca con la ruptura con su mujer, dejando Noruega y todo lo que conoce, y marchándose a Estocolmo, dispuesto a recorrer los caminos que se abran ante él. Y allí se hace amigo, muy amigo de Geir, otro noruego expatriado, intelectual y fanático del boxeo. Vuelve a encontrarse con Linda, una poeta que le había fascinado años antes en un encuentro de escritores, y que será su segunda mujer. Y su mundo cambia, y él, escribe y describe sus tempestuosas relaciones amistosas y sentimentales, cuenta cómo es volverse a enamorar, y el largo, dramático período antes de que él y Linda se consoliden como pareja. Y después, los goces y los engorros de la paternidad. La necesidad de escribir y la urgencia por crear, pero también la cotidianidad de la vida en familia, o el cómico fracaso de sus vacaciones, la humillación de las clases de preparación al parto, las peleas con los vecinos, el estrés de pasear a un niño en un cochecito por Estocolmo cuando lo único que él quisiera es sentarse y continuar con su novela…


"Para mí lo positivo de vivir en una gran ciudad era poder estar completamente solo en ella, a la vez de estar rodeado de gente por todas partes. ¡Todos con caras que jamás había visto! Esa incesante corriente de nuevos rostros, poder bañarme en ella, era para mí el placer de la gran ciudad. El metro con su multitud de tipos y caracteres. Los mercados. Las calles peatonales. Los cafés. Los grandes centros comerciales. Distancia, distancia, nunca podía tener suficiente distancia."




"Las interminables noches de verano, tan luminosas y abiertas, cuando nos deslizábamos entre distintos bares y cafés de distintos barrios en taxis negros, solos o con otros, cuando la embriaguez no era amenazante ni destructiva, sino una ola que nos elevaba cada vez más alto, empezaron lenta e imperceptiblemente a oscurecerse, como si el cielo se pegara a la tierra, lo ligero y lo efímero tenían cada vez menos margen de maniobra, algo empezó a llenarlo y a mantenerlo aplastado, hasta que la noche por fin se quedó quieta, una pared de oscuridad que descendía por la tarde y se levantaba por la mañana, y de repente resultó imposible imaginarse la ligera noche de verano que se lanzaba de un lado para otro, como un sueño que en vano intentas recuperar al despertarse por la mañana."




"Todo marchaba como antes, a la vez que no, porque imperceptiblemente, tan imperceptiblemente que era casi como si no estuviera sucediendo, nuestra vida se iba volviendo menos esplendorosa. El ardor que nos había empujado al uno hacia el otro y a los dos hacia el mundo, ya no era tan fuerte como antes. De vez en cuando surgían pequeñas desavenencias, un sábado me desperté pensando lo bueno que sería estar solo a veces, visitar librerías de viejo, sentarme en un café a leer los periódicos... Nos levantamos, fuimos al café más cercano, pedimos el desayuno, es decir, gachas, yogur, tostadas, huevos, zumo y café, yo me puse a leer los periódicos, Linda miraba fijamente el tablero de la mesa o al vacío, por fin dijo ¿tienes que estar leyendo? ¿No podemos charlar? Claro que sí, dije, y cerré el periódico, y estuvimos charlando, todo iba bien, la pequeña mancha negra en el corazón apenas era perceptible, el minúsculo deseo de estar solo y leer en paz, sin que nadie me exigiera nada, desapareció enseguida. Pero llegó el momento en el que ya no desaparecía, sino que, por el contrario, se iba metiendo dentro de los siguientes estados de ánimo y actos. Si de verdad me amas, tendrás que dirigirte a mí sin exigencias, pensaba, pero no lo decía, quería que se diera cuenta por sí misma."




"La coincidencia en la edad, que en este caso se ajustaba hasta en las semanas, no era ni de familia ni de genética, y la crisis de los cuarenta no era ningún mito: había empezado a alcanzar a gente de mi entorno, y pegaba con fuerza. Algunos estaban a punto de volverse locos de desesperación. ¿Desesperación por qué? Por tener más vida. A los cuarenta, por primera vez en la vida que uno vivía, siempre provisional, se había vuelto la propia vida, y esta coincidencia excluía todos los sueños e igualaba todas las ideas de que la vida real, aquella a la que uno estaba destinado, aquello grande que uno iba a acometer, estaba en otro lugar. A los cuarenta uno entendía que todo estaba allí, en lo pequeño y lo cotidiano, ya formado, y que siempre sería así, si uno no hacía algo. Apostar una última vez."




"Quizá la herencia más clara de mi infancia era que las voces altas y las disputas me daban miedo. No había nada peor para mí que discusiones y escenas. Y durante mucho tiempo había conseguido evitarlas en mi vida de adulto. En ninguna de las relaciones que había tenido hubo peleas ruidosas, todo se desarrolló de acuerdo con mi método, que era ironía, sarcasmos, falta de amabilidad, reproches, silencios. Cuando Linda entró en mi vida, eso cambió. ¡Y cómo cambió! Y yo, yo tenía miedo. No era en absoluto un miedo racional, huelga decir que mi fuerza física era muy superior a la suya, y en cuanto al equilibrio en la relación, ella me necesitaba más a mí que yo a ella, en el sentido de que a mí no me importaba estar solo, que para mí lo de estar solo no era únicamente una posibilidad, sino también una tentación. Ella, por su parte, temía quedarse sola más que ninguna otra cosa, y sin embargo, a pesar de cómo era la relación de fuerzas, yo tenía miedo cuando ella me atacaba. Tenía miedo como cuando era pequeño."




"No, en absoluto -dijo Geir-. Lo inocente y lo puro se han convertido en el símbolo de la estupidez, pero eso es en nuestra época. Vivimos en una cultura en la que gana el que ha tenido más experiencias. Es enfermizo. Todo el mundo sabe adónde va el modernismo, creas una forma rompiendo una forma, en una eterna regresión, y así continuará, y mientras sea así, la experiencia llevará ventaja. La característica única de nuestra época, el acto puro o independiente es, como sabes, renunciar, no recibir. Recibir es demasiado fácil. Por ahí no se obtiene nada. Ahí es donde te sitúo a ti en algún lugar. Un especie de santo, ¿sabes? (...) No hay ningún ser humano moderno que quiera ser santo. ¿Qué es una vida de santo? Sufrimiento, sacrificio y muerte. ¿Quién coño quiere tener una buena vida interior si no tiene una vida exterior? La gente solo piensa en lo que la introversión puede proporcionarle de vida exterior y progreso. ¿Cuál es la visión del ser moderno de la oración? Sólo hay una clase de oración para el ser humano moderno, y es la oración de deseos. Sólo se reza si se quiere algo."




"- Yo nunca he sentido esos deseos. Excepto cuando bebo, claro está. Entonces se tira todo por la borda. Lo que quiero es viajar, leer, escribir. Ser libre. Completamente libre. Y eso lo logré en aquella isla, porque en realidad mi relación con Tonje había acabado. Podría haber viajado a cualquier parte. Tokio, Munich, Buenos Aires... Pero me fui allí, donde no había ni un alma. No me entendía a mí mismo, no tenía ni idea de quién era yo, así que lo único que tenía era todas esas ideas de ser buena persona, y en eso me refugié. No veía televisión, no leía periódicos, y lo único que comía era pan crujiente de fibra y sopa. Cuando quería darme un homenaje comía albóndigas y coliflor. Y naranjas. Empecé a hacer flexiones y estiramientos. ¿Te imaginas? ¿Lo desesperado que tiene que estar un hombre cuando empieza a hacer estiramientos para solucionar sus problemas?"




"No era nada. Pero la vida seguía viviéndose en esas casas, y para los que vivían allí esa vida era todo. Allí nacían personas, allí morían personas, allí se amaba y se discutía, se comía y se cagaba, se bebía y se celebraban juergas, se leía y se dormía. Se veía la televisión, se soñaba, se lavaba, se comían manzanas y se miraba por encima de los tejados, vientos otoñales que sacudían los altos y esbeltos pinos.

Pequeño y feo, pero era todo lo que había."