martes, 20 de julio de 2010

"Más allá del puente" con ÁLEX BRENDEMÜH

A lo largo de este mes de Julio se está representando en el madrileño Teatro Lara "Más allá del puente". La obra dirigida por el también director cinematográfico Roger Gual, cuenta en el papel protagonista con Alex Brendemühl, el cual junto a la conocida actriz Marta Torné(El internado), dan vida a una pareja que se conoce justo en el momento en el que se van a suicidar, comenzando a partir de aquí su propia historia de amor y desamor...

Esta no es la primera colaboración de Brendemühl con el director Roger Gual, puesto que ya participó en la que de momento es la última película del cineasta "Remake". Como en aquella, y en muchas otras de sus participaciones, Brendemühl vuelve a dar vida un personaje un tanto extraño, tímido, despistado, ausente... El actor ya ha comentado alguna vez que teme encasillarse, pero lo cierto es que es en papeles de perturbado (Las horas del día, Las dos vidas de Andrés Rabadán...) o al menos de una psicología interior peculiar (En la ciudad, Yo...), en los que el actor muestra su mayor potencial.

En "Más allá del Puente" comparte escenario con la ya mencionada Marta Torné, en una representación con una puesta en escena claramente influenciada por elementos cinematográficos. Por ejemplo, las proyecciones sobre un telón blanco para separar escenas mientras suenan temazos musicales como High & Dry (Radiohead), o Love Will Tear Us Apart (Joy Division), que más parecen fragmentos de un videoclip que de una obra de teatro; o si no esos monólogos de ambos personajes, los cuales "miran a cámara" mientras el ritmo de la interpretación, prácticamente pisándose y apoyándose mutuamente, provoca un "montaje" que a mi me recordó mucho al estilo documental que usó en su día la película "Noviembre".

No acaban ahí las semejanzas con cintas cinematográficas, puesto que no podemos no acordarnos de "500 días juntos" mientras vemos, no solo un argumento que también se podría emparentar, si no también un trascurrir de los días, que gráficamente mostrado en ese mismo telón, nos va llevando por todas las fases y etapas de una relación de pareja. Del atontamiento inicial, a las ganas de hacer cosas y comerse el mundo, pasando por el momento culmen de compenetración, para a partir de ahí ir cayendo en la monotonía, los problemas, las dudas, y finalmente el hastío.

Lo hace todo esto, con un tono de casi comedia, con un regusto sarcástico, y desde luego con muchos guiños graciosos, que forman una obra divertida, que no olvida tocar temas serios, y que desde luego se acerca y mucho a la realidad de cada uno de nosotros. De hecho seguramente son esos típicos tópicos que tan bien se resuelven, los que nos acercan y consiguen meter dentro de esta magnífica obra. Ideal para ir a verla acompañada de su pareja o similar, no dudeis sin embargo de disfrutarla si no la tienen, pues un buen amiguete, (como fue mi caso cual Batman y Robin ja!) con el que comentar esas mil y una situaciones que todos hemos vivido alguna vez, servirá igualmente.

Y volviendo al protagonista, y sin querer desmerecer a Marta Torné, creo que es gracias al excelente trabajo de Brendemühl, por lo que la obra llega a alcanzar sus mejores cotas de calidad y diversión. Esta ha sido la primera vez que le veo en una actuación teatral, y desde luego ha cumplido las expectativas que tenía tras haber visionado algunas de sus mejores y más famosas películas.

Actor de padre alemán y madre española, Brendemühl se considera, y así lo ha dicho, un actor indie que no aceptaría un papel de una gran producción si no le convenciese el mundo interior de su personaje. Si en "En la ciudad" de Cesc Gay, me divirtió con su personaje de profesor de arte que mantiene una relación con una alumna unos 15 años menor, en "Las horas del día" de Jaime Rosales, me aterrorizó dando vida un perturbado que pese a llevar una vida normal y corriente, mata sin piedad ni razón en el momento menos esperado. Esta película del año 2003, se acerca de alguna forma a ese cine de Haneke en el que el terror está instalado entre nosotros, y se trata según mi opinión de una de las mejores y más inquietantes películas española de la década que se termina.



Más tarde en "Remake" junto, como ya hemos dicho, al director de la obra que ocupa este artículo, Roger Gual, volvió a rayar a un gran nivel en un personaje similar al de "En la ciudad". Y termino este repaso a las que para mi son sus mejores películas (al menos de las que he visto) con "Yo" de Rafa Cortés, en la cual quizás llega a su máximo nivel, creando un personaje que llega a un claustrofóbico pueblo mallorquín donde el entorno creará una sensación de sospecha a su alrededor que le acercará por momentos a la desesperación y la locura. Genial y muy recomendable también esta película que el mismo Brendemühl coescribió junto al director.


Y es que este fabuloso actor de 38 años, también se esta acercando al campo de la autoría cinematográfica, llegando a estar nominado en 2009 en Cannes como mejor director en el campo del cortometraje por su obra "Rumbo a peor".



Y si bien no descarta continuar en ese campo, desde luego su terreno preferencial es el de la actuación, y en los próximos meses se estrenarán tres películas con su participación. En dos de ellas como secundario, "Entrelobos" de Gerardo Olivares, y "La Mosquitera" de Agustí Villa, y en una tercera "Heroes"(Pau Freixas) como protagonista, dando vida a un publicista de vida profesional exitosa pero cuyo vacío personal le llevará a rememorar el último verano con su pandilla. Rodada en catalán, fue una de las mejores películas en el último festival de Malaga, y desde luego promete entretenimiento, y si yo tuviese que apostar, apostaría a que también nos ofrecerá otra gran actuación de este fantástico artista.

sábado, 17 de julio de 2010

Nos han descubierto...

JESÚS RAMOS BRIEVA, psiquiatra
"Batman está mal de la cabeza"

"...la única copia que conserva del libro que publicó en 2000 -los 2.500 ejemplares volaron, pero ahora puede descargarse gratis en Internet- y que le dio cierta popularidad entre sus colegas y los fans del hombre murciélago: Batman visto por un psiquiatra. Porque el superhéroe, ahí donde lo ven, multimillonario, playboy, con una colección de coches deportivos que ya querría para sí cualquier estrella del fútbol y una vida llena de aventuras, no es feliz. No está bien. "Está como las maracas de Machín", suelta Ramos a las primeras de cambio."

"...Probablemente sufre lo que se ha llamado una adicción al trauma, algo que se ha estudiado en los veteranos de Vietnam. Son sujetos que se acostumbran a vivir al borde de situaciones muy angustiosas y buscan otras semejantes. Batman está permanentemente buscando situaciones límite que le procuren el chute de endorfinas."


http://www.elpais.com/articulo/madrid/Batman/mal/cabeza/elpepiespmad/20100717elpmad_18/Tes




lunes, 12 de julio de 2010

Truffaut Ciclo Doniel V (El amor en fuga)

En 1970 la publicación del libro “Las aventuras de Antoine Doinel” parecía iba a ser el colofón al ciclo “Doinel”. Las declaraciones del propio Truffaut en años venideros así lo confirmaban, tratando de esta forma de proteger al actor Jean Pierre Leaud, muy mediatizado por el éxito, y encasillado en el cómico personaje.
Sin embargo a finales de los 70´, y en lo que para muchos fue un acto de oportunismo para hacer una buena taquilla recuperando la exitosa saga, se rodaría un último capítulo con las andanzas de Doinel.
Se trata “El amor en fuga” de una síntesis del personaje revisando el pasado, así como una mirada al presente y futuro de Antoine. En ella presenciamos intercalados con el presente, fragmentos de todas y cada una de las películas anteriores, recordando así el pasado, a la vez que lo comenta con diferentes personajes de su pasado con los que se irá encontrando.
Así vemos a nuestro protagonista, que ahora tiene unos 35 años, divorciándose de Christine, a la vez que conocemos los entresijos que trajeron dicha separación, con un caso de celos por parte de Doinel ante el acercamiento de Christine a una amiga llamada Liliana, que sin embargo finaliza con la infidelidad de este con dicha amiga. Como vemos Doinel en todos estos años ha seguido siendo el mismo, y a su desencantada esposa solo le quedará la separación al comprender que por mucho que se quieran, las cosas con Antoine nunca podrán funcionar.
Junto a esta historia tenemos otro reencuentro con una de sus mujeres pasadas. En este caso se trata de Colette, con la que se encuentra de forma fortuita al llevar a su hijo a la estación. Doinel en unos de esos actos irracionales a los que nos tiene acostumbrado, se colará en el tren para saber más de la vida de la que fue su primer gran amor. Se trata del segundo encuentro con Colette tras el de “Besos Robados”, y si aquella vez veíamos a una Colette feliz acompañada de su marido, ahora nos enteramos de que su vida ha sido una desgracia, con la muerte de su hijo, y un posterior divorcio. El encuentro a bordo del tren se ve salpicado de notas de humor mientras Colette lee fragmentos de la novela autobiográfica que Doinel publicó sobre sus amores, y en la cual por supuesto aparece aquel primer e ingenuo amor.
Y entre todos estos retazos de pasado, el presente. Y el presente no es otro, para no variar, que un nuevo trabajo, en este caso en una imprenta, y un nuevo amor, Sabine. Se trata esta de una bella chica, más joven que él, que trabaja como vendedora de discos. Presenciaremos al comienzo del film la ruptura entre ambos, para terminar, después de todos los encuentros con su pasado, con una reconciliación final.
La comedia y la melancolía se van mezclando como a lo largo de toda la serie, y la correspondencia entre Truffaut y Doinel vuelve a ser más grande que nunca. El episodio en el que Doinel visita, acompañado de un antiguo amante de su madre, la tumba de esta, no es solo el acto de redención de Antoine con su madre, sino el acto de arrepentimiento del propio Truffaut por lo sucedido en su vida real. Además la búsqueda obsesiva de la mujer ideal, y el continuo fracaso al no conseguirlo estaba tan presente en la vida del director, como lo está en nuestro anti-héroe.

El amor continúa en permanente fuga, y la melancolía nos invade mientras recordamos episodios pasados de éxitos y fracasos de nuestro protagonista. Fueron desfilando las mujeres por su vida, y con ellas se fueron los besos robados. Pero queda el bonito recuerdo de todo lo vivido, y también un bonito hijo, Alphonse, fruto de algunos de esos incontables besos.
Y queda Sabine, con la cual, como decíamos, termina reconciliándose en una secuencia final para la historia (en la que le cuenta la historia de la fotografía reconstruida, por la cual pudo llegar a conocerla) mientras suena la canción “El amor en fuga” de Alain Souchon.



Nos despide Truffaut con imágenes del pequeño Antoine en “Los 400 golpes”, que se funden en un vertiginoso montaje de Antoine y Sabine besándose, junto al beso de dos enamorados en una cabina, mientras escuchan el tema "El amor en fuga". Los besos del presente y del pasado de Doinel… como siempre el futuro, no lo podemos asegurar…

viernes, 9 de julio de 2010

Truffaut Ciclo Doniel IV (Domicilio Conyugal)

Solo dos años pasarían antes de que llegase la que parecía iba a ser la última entrega sobre las andanzas de Antoine Doniel. Al parecer esa era la idea de Truffaut, aunque como veremos más adelante, años más tarde retomaría el tema para redondear al personaje, y a su vez homenajear toda la serie.
Antoine Doinel ahora tiene 26 años y ya no es un joven vulnerable, sino que ha de responder a la vida y a las responsabilidades como un adulto. Casado finalmente con Christine, con la que le dejamos paseando en Besos Robados, la pareja vive en un pintoresco patio de vecinos de Montmartre, y están esperando el que será su primer hijo.



En Domicilio Conyugal vemos un alejamiento del director respecto al protagonista. De alguna forma, y pese a que seguirá habiendo algunos detalles autobiográficos, Doniel se emancipa de su creador, y ahora si tiene que responder ante la vida como un ser adulto y maduro. En este film el espejo en el que se mira Truffaut es definitivamente la comedia, y más concretamente la clásica americana de los Capra, Cukor o Lusbitsch. Si bien, no es Truffaut un mero imitador, y su huella estará ahí, narrándonos una comedia de parejas, no exenta de su ya ampliamente comentado poso melancólico.
Película llena de homenajes, no solo los clásicos de la comedia americana nos vendrán a la memoria al visionarla. Los encuadres de piernas, como con el que arranca la película, nos traerán a la memoria a Buñuel; el patio de vecinos lo podría haber firmado Renoir 30 o 40 años antes; las miradas a través de las ventanas que tanto usó su admirado Alfred Hitchcock… Y todo eso para crear algo genuino, que seguramente ha influido en directores posteriores (por ejemplo Woody Allen), los cuales al igual que Truffaut en su momento, aprenden de los mejores para reinterpretarlos a su manera.

En Domicilio Conyugal todo tiene un aire alocado. Los diálogos rápidos, y las entradas y salidas de personajes serán esenciales para reforzar ese aire cómico dentro del patio de vecinos, en el que se entrecruzan un cantante de opera, un imitador televisivo, una mujer madura que acosa a Doniel, o el memorable cameo del mítico personaje de Tati “Hulot”… tratando de conseguir un humor amable y rutinario.
Y en todo ese caldo de cultivo se va desarrollando el relato, que no hace otra cosa que seguir las andanzas del joven matrimonio.
Doniel, el joven rebelde, definitivamente se ha acomodado, e incluso podemos decir que está ciertamente aburguesado. Sin embargo, y a pesar de ello nos invade con su simpatía, así como con su extraño vitalismo, y sentimos más cariño que otra cosa ante ese niño-adulto que con su inmadurez e inseguridades, no puede terminar de integrarse en la sociedad. Su oficio tintando flores, o los continuos prestamos a un amigo que ya de por si le debe dinero, son ejemplos de ciertos rasgos de la personalidad del Doniel nihilista de siempre. En definitiva, acciones propias de un soñador vitalista que conserva cierta inocencia.
Y Frente a él, Christine, la cual llena la pantalla de elegancia, sensibilidad y sensualidad, recordando mucho a Catherine Deneuve. Mucho más madura que Doniel, y segura de lo que quiere en casi todo momento, tratará de ir solventando los problemas que toda pareja acarrea.

Pero Doniel no pondrá las cosas fáciles, apareciendo el tema del adulterio, (claramente autobiográfico pues fueron repetidos los escarceos amorosos de Truffaut) cuando se deja encandilar por una exótica japonesa llamada Kyoto, que traerá el fracaso al matrimonio.
El aparente “Happy End” final, no deja de ser eso, una apariencia, pues la secuencia final, en la que a la pareja Doniel-Christine les ocurre lo tantas veces sucedido a sus vecinos, no es sino un tratamiento irónico y sarcástico de la reconciliación, y de la pareja en si. Aunque, no es menos cierto que quizás se pudiese ver desde otro prisma, y este no sería otro que el de ver ese tipo de situaciones como necesarias y encantadoras dentro de un matrimonio.
En definitiva, en Domicilio Conyugal, Truffaut nos muestra dos maneras de ser, dos modos de entender el amor, dos educaciones diferentes, y dos extracciones sociales contrapuestas, que a pesar de todo luchan, cada uno a su manera, por sacar su amor adelante. Resumiría todo esto en una memorable frase de la película en la que Doniel dice a Chirstine que ve en ella a su hermana, su hija, su madre, su amiga….sin embargo no dice a su mujer, y ella se lo recrimina…

martes, 6 de julio de 2010

Truffaut Ciclo Doniel III (Besos Robados)

Corría el año 68 cuando llega el estreno de Besos Robados, tercera película del ciclo Doinel, y reflejo vivo de todo lo realizado por el cineasta hasta ese momento, así como la confirmación del amor como el tema sobre el que girará toda la historia. Con Besos Robados Truffaut, como él mismo dijo, buscó hacer una película sobre los chicos de 20 años, de hace 15 años. Es decir, lejos de buscar el dogmatismo tan típico en los artistas de aquellos convulsos años, el director francés realizó una película tan anacrónica como el propio protagonista de toda la serie, y recibió críticas por ello, pues muchos de sus compañeros de generación no comprendían como no podía posicionarse en unos tiempos como aquellos. Ante estas críticas Truffaut se limitó a seguir haciendo cine, y a incluir homenajes más sutiles como la dedicatoria inicial a Henry Laglois, director de la Cinemateca que en aquellos momentos estaba siendo perseguido por el gobierno.



Truffaut amaba la nostalgia, e incluso en una comedía como en principio es Besos Robados, la alegría queda impregnada de melancolía. En esta nueva entrega nos encontramos a Doinel en un calabozo militar. Tiene 6 años más que cuando le dejamos con el corazón roto por Colette, y aunque ya es un hombre, vemos que no encaja en una milicia tan organizada y ordenada, por lo que será expulsado del ejercito. A partir de aquí comienza su liberación, y con ella el robo de besos. La película avanza con un tono casi improvisado, con personajes que parecen flotar alrededor de la cámara (aparecen y desaparecen sin las ataduras propias de una férrea narración). Todo encaja con el clima que Truffaut trata de insuflar a la película: un tono adolescente de inconsciencia, de besos furtivos, de vertiginosos amoríos... Un tiempo en que la vida parece ir por delante de nosotros mismos con un vigor incombustible, una energía que se alimenta de la calle y una naturalidad que se va perdiendo con los años. Tiempo habrá para la rutina, las desilusiones y las rupturas (como se verá en Domicilio conyugal, y Amor en fuga). Ahora es el momento de las ilusiones, las uniones y la incertidumbre, o lo que es lo mismo, la esperanza.
En esta comedia de costumbre muy al estilo de René Clair o de Renoir, Truffaut no nos muestra el París de las postales, sino el de Doinel, que no es otro que el suyo propio. De esta forma vemos al protagonista dirigirse a un prostíbulo donde busca el calor de una mujer, mientras piensa en recuperar a Christine, la chica de la que cree estar enamorado. Pero, ¿puede Doinel enamorarse? Parece complicado pues para Doinel todo es volátil, todo es pasajero. Como los trabajos que va perdiendo uno tras otro: vigilante nocturno, detective privado, reparador de televisiones… Doinel no encaja en una existencia, la de los adultos, en la que no se termina de integrar, y será esta inadaptación la que le lleve al refugio de los besos. Besos que roba, o que compra, y que a su vez le son robados. El amor es beso robado, leve sensación pasajera, que incluso se enturbia cuando en medio de una de sus investigaciones como detective, llega a tener una relación con la señora Tabard, mujer casada, burguesa, y de edad madura, que le utiliza para su gozo.
Y en medio de toda esta sociedad, que nos es otra cosa que una jauría humana obsesionada por el sexo, continúa Christine. La joven violinista que representa lo contrario. La pureza de una chica joven que quiere amar a Doinel, y ser amada de igual forma, pero que no termina de verlo claro. Se escabulle de él durante buena parte del film, pero cuando la vida les vuelve a juntar, captará su soledad y su inocencia, y esto será determinante para, a pesar de todo, terminar quedándose junto a él. De alguna forma acepta el reto de tratar de ayudarle, llegando en ocasiones a hacerlo como lo haría la buena madre, que ni Doinel, ni Truffaut tuvieron. Ahí esta la escena de las tostadas, símbolo de esa ayuda maternal, a su vez que símbolo del complemento que significa la pareja para soportar la dureza de la vida.
Por el momento parece que Doinel no necesitará robar más besos. La cotidianeidad del amor ha entrado en sus vidas, y Doinel ha conseguido sus propios besos que anhelaba cuando escribía sus cartas desde el ejército. No sabemos si durará para siempre o se acabará mañana mismo, pero eso a Truffaut no le interesa. Es el instante de tránsito lo que nos quiere mostrar, el descubrimiento del amor como tal.
Es por lo tanto Besos Robados una defensa de esa época de la vida en que se descubre el deseo de vivir porque se descubre el deseo de amar, y a su vez una crítica de esa otra época de la vida, (la que representarían el señor y la señora Tabard, los empleados de la agencia de detectives, el invertido que acude a la agencia, el Oficial del ejercito…es decir una edad adulta perteneciente a un mundo distinto al del protagonista) en la que las personas se estacionan en la perdida del deseo de vivir, pues ya no saben amar.
Aquí se esconde un análisis de la sociedad francesa menos evidente, pero seguramente mucho más ácido que el que hacían muchos de sus “militantes” compañeros de generación. Y como punto culminante de dicho análisis, el adulto misterioso que persigue a Christine. ¿Representa al propio Truffaut nostálgico de ese amor a los 20 años? ¿Muestra la adultez insatisfecha? Dicho personaje está solo, y ni tiene, ni roba besos. Solo vaga, sin demasiada ilusión, suplicando besos en silencio…

Truffaut Ciclo Doniel II (Antoine y Colette)

Estamos ante la segunda entrega de Antoine Doinel, y junto a Los cuatrocientos golpes, las más autobiográficas de todo el ciclo. Este cortometraje pertenece a la película “El amor a los veinte años”, en la cual otros cuatro directores relatan historias de amor (Renzo Rossellini, Shintarô Ishihara, Marcel Ophüls y Andrzej Wajda)
Doinel tiene ahora 17 años y trabaja en un departamento de discos. Lo habíamos dejado frente al espacio abierto del mar en la imagen final de los cuatrocientos golpes y ahora le recobramos viviendo en un hotel de la plaza Clichy, y enamorado de Colette (Marie-France Pisier), una chica moderna a la que conoce en un concierto. Sin embargo, su falta de iniciativa, le impedirá conquistarla al tiempo que ella no le presta demasiada atención. De esta forma el amor, que solo era una insinuación en su anterior film, ahora se convierte en el eje temático que articula la historia.
Se trata de un film melancólico, pero sin contrapuntos dramáticos, con un ajustado equilibrio. Un ejemplo de como aligera el relato, es el retrato que realiza de los padres de Colette, frente a la estructura familiar que mostraba en los cuatrocientos golpes. Antoine tratará de ganarse a los padres de Colette trasladándose a vivir enfrente de su apartamento, e intentado entablar una amistad. Sin embargo esto no conseguirá conquistar a la bella Colette, personaje que volverá a aparecer en las siguientes entregas de Doinel .

El final del episodio nos presentará a Doinel viendo la televisión los padres de Colette resignado a su suerte. De esta forma se fraguan los rasgos más característicos de la personalidad de Antoine, como es la timidez en las relaciones, la falta de carácter, la utilización de cartas y citas de libros, canciones…, todo ello fruto de esa personalidad autodidácta que tanto le asemeja a su creador: François Truffaut.