domingo, 5 de febrero de 2012



SUBRAYADO A LÁPIZ : el lamento del perezoso - sam savage

La vida de Andrew Whittaker se derrumba: la revista literaria que dirige está a un paso de la bancarrota, el edificio que posee se cae a trozos, y su mujer lo ha dejado. Sin embargo, Andrew no abandona. Es una máquina de crear proyectos, ilusiones y deseos vanos. Y escribe sin parar: bocetos de relatos o novelas; cartas de rechazo a aspirantes a escritores, a periódicos fingiendo ser otro, a antiguos compañeros con más éxito que él; listas de la compra; carteles para sus incívicos vecinos... El lamento del perezoso; se compone de los textos que Andrew escribe durante cuatro intensos meses. De ellos emerge el retrato de un entrañable visionario, un verdadero Don Quijote de nuestros días, empeñado en ser feliz y en defender pluma en mano su visión del mundo. Con este tragicómico relato, Sam Savage celebra el poder de la escritura para tratar de vencer la soledad.


"A veces resulta difícil evitar que las cosas se salgan de madre. Me pasa lo que a todo el mundo, tengo días mejores y y días peores. Percibo, no obstante, una tendencia: hacia peor. Siempre tuve una cabeza bastante ordenada, nunca guardé nada en frascos sin etiquetar y me burlaba de Jolie por su manía de colocar papeles importantes en la puerta de la nevera, sujetos con imanes. Odiaba abrir la puerta del frigorífico y ver cómo una factura sin pagar o un número de teléfono indispensable planeaban en dirección al suelo, muchas veces en un ángulo inclinado que los llevaría debajo del aparato, de donde luego había que sacarlos con el palo de la escoba. A veces me costaba contener la rabia, cuando tal cosa ocurría, sobre todo si Jolie no estaba en casa y era yo quién tenía que tirarme al suelo de rodillas y revolver con la escoba. Al final, no me quedó más remedio que retirar todos los imanes."



"Me gustaría decir que estoy ahí sentado en la oscuridad, cavilando, pero no: me siento en la oscuridad y me agobio. El resto del tiempo, me siento en la luz azul y me agobio. El resto del tiempo, me siento en la luz y me agobio. No sé cómo han podido desembocar las cosas en tan lamentable atolladero (digo esto y veo las cosas subiendo penosamente por un sendero de montaña ya cerrado por la nieve). ¿Cuál fue la mala decisión? O ¿hubo cuatro o cinco malas decisiones, o mil incluso? La gente se complace en afirmar que a cada momento se nos ofrece una bifurcación en el camino de la vida. Permanezco ante mi mesa en lugar de acercarme a la ventana, donde quizá me habría atinado un ladrillazo, o en lugar de irme a dar un paseo al parque, donde quizá habría tropezado con una mujer hermosa o con un asaltante o con un vendedor de seguros, o con nadie. Camino de la tienda, tomo por esta calle en lugar de tomar por la siguiente, y quizá por ello todo resulta distinto para siempre. ¿Te has preguntado alguna vez si la misma cosa podría ser verdad en la dirección contraria? Yendo hacia atrás, también se plantean elecciones a cada paso, que revivimos, todas ellas en la memoria como primer eslabón de una cadena mnemotécnica, y cada una de estas cadenas recrea un pasado distinto, con su álbum de fotos distinto, con otro juego distinto de cajas de tesoro olvidados: un pasado distinto, que tiene necesariamente que ser el pasado de otra persona, con un futuro distinto. El suelo parece escapársenos bajo los pies. Mil personalidades se amontonan en nuestro pequeño escenario."



"Hablando de robar, se han llevado mi buzón de correos. Era muy bonito, de madera, imitando un granero de color rojo. Subieron al porche y le quitaron los tornillos. Seguro que lo recuerdas: tenía una ranura en el techo, para introducir las cartas, y había que abrir las puertas del granero para sacarlas. Hemos llegado al equinoccio. Cierro los ojos e imagino el planeta surcando un espacio negrísimo, con el círculo de la vida en espiral descendente, sin volante y sin freno. Y no tengo dinero para calentar esta casa. Ciega, y también fría. ¿Podrías prestarme algo?"



"... Entra entonces en la fase final, conocida por el nombre de "gran silencio", que es cuando permanece el día entero colgando cabeza abajo. Envuelto en un lóbrego silencio, se hunde cada vez más en un mundo imaginario de amigos afectuosos y de muy agitada vida social. Verdaderas colonias de insectos se le alojan en el pellejo, sin que él mueva una garra para rascarse. Poco a poco, le va creciendo encima una espesa capa de moho verde, hasta dejarlo convertido en poco más que un grueso bulto de una rama cualquiera, hasta que un día absorto en sus sueños, se olvida de permanecer agarrado y se mata en su caída contra el suelo de la selva.

He aprendido a imitar casi exactamente el lamento del perezoso. Soy capaz de ello, creo, por la cantidad de tiempo que llevo cabeza abajo. Cuando no estoy cabeza abajo, es que estoy bañándome."



"Querida Vicky:

Es de noche. Dentro de la noche hay otra noche. La casa está vacía. Y la casa no sólo está vacía: su vaciedad está vacía. Fuera, por la calle, se acerca una sirena, pasa, va dejándose oír, se convierte en un insecto, se muere. Noche, vaciedad, pero no silencio, no, no silencio. Hace demasiado frío para los grillos, pero no para los perros. Ladran por relevos de un lado al otro del barrio, durante horas y horas. ¿Quién va a poder dormir? ¿Quién quiere dormir? Corre entre los inquilinos el rumor de que el hecho de que me hayan llevado a la comisaría ya es motivo suficiente para no pagarme el alquiler. Lo único que Dios puede alegar en su propio favor, como decía Stendhal (sí, creo que fue él), es que no existe. Si todo lo demás falla, puedo ir y pegarle un tiro a un perro. El tristemente célebre Andrew Whittaker condenado a muerte por un jurado de perros, sus iguales. Escríbeme. Andy."



"Whittaker, ¿qué haces tú aquí? es lo que llevo diciéndome desde hace mucho tiempo. Lo he preguntado una y otra vez, pero nadie me ha dado respuesta. Será porque lo susurro. A mí me sonaba a grito. En mi interior es horriblemente fuerte, pero fuera no llega ni a un susurro. ¿Qué es menos que un susurro? Demasiado terrible para pensarlo."



"No tengo planes. No recuerdo ninguna época anterior en que no haya tenido planes. Voy de habitación en habitación dándoles patadas a las cosas. Me tumbo en el sofá y me imagino bajo un manto de pieles. Delante de mí veo un espacio en blanco. No sé si es una puerta abierta o una pared. No sé cómo averiguarlo."



http://www.entrelectores.com/libro/9760.el-lamento-del-perezoso-sam-savage/