viernes, 1 de julio de 2016


SUBRAYADO A LÁPIZ: francamente frank - richard ford

En Francamente, Frank Richard Ford regresa con cuatro historias narradas por el icónico Bascombe. En esta cuarta entrega de la serie nuestro protagonista cuenta con sesenta y ocho años y de nuevo está cómodamente instalado en la zona residencial de Haddam, Nueva Jersey. Bascombe ha salido, aparentemente, airoso de las secuelas de la devastación del huracán Sandy. Como en todos los libros protagonizados por él, el espíritu que guía a Ford es la vieja máxima cómica que promete que si las cosas no resultan graciosas, no son realmente serias. La desolación sembrada por el Sandy, que ha arrasado casas, zonas costeras e innumerables vidas, es probablemente el arranque más tremendo que se pueda imaginar para una narración. Y sin embargo se convierte en el perfecto telón de fondo y en la piedra de toque para Ford y Bascombe. Dotados de una precisa sensibilidad de comedia y de una inteligencia arrolladora, estos relatos abordan un completo catálogo de asuntos muy americanos: el envejecimiento, el racismo, la pérdida de la fe, el matrimonio, la redención y el desplome del mercado inmobiliario. A través de Bascombe –irónico, blasfemo, emotivo, sabio y a menudo políticamente incorrecto– nos sumergimos en las aspiraciones, pesares, anhelos, logros y fracasos de la vida americana en los albores del nuevo siglo. Richard Ford trae de vuelta a Frank Bascombe en toda su imperfecta gloria para decir (a menudo de un modo hilarante) lo que todos pensamos pero pocos se atreven a expresar en voz alta. ¿Estaremos solo ante un epílogo de la trilogía anterior, o quedará Bascombe para rato? 


"Tal como ha dicho el cabo Alyss, es fácil entender cómo puede venir una persona en plan de reconocimiento y simplemente no volver a aparecer, como si la calamidad hubiera dejado en  el mundo un agujero al borde del cual se tambalease todo lo civilizado y tendente a lo positivo -ánimo, esfuerzos, esperanzas, sueños... edificios, desde luego-, y corriese el peligro de caer vertiginosamente en él. En realidad, tengo la sensación de haber obrado con inteligencia por haberme marchado cuando valía la pena marcharse. Aunque el hecho de vender una casa en donde has sido feliz indica que no eres inteligente. En tales movidas se siente el moretón del fracaso."




"Como en la mayoría de las conversaciones entre mayores de edad, no se ha intercambiado nada de crucial importancia. Arnie simplemente necesitaba a alguien a quien enseñar su casa destrozada. Y no hay motivo para que ese alguien no sea yo. Nada insólito, como impulso humano."




"Al menos cuatro propietarios/inquilinos han venido de visita a casa en donde yo he vivido a lo largo de estos años. Siempre les he abierto la puerta de par en par, después de aclarada la cuestión de que no venían a venderme un seguro de entierro y de haber cogido la billetera de la mesa del vestíbulo. Como un buen guía, me mantenía al margen y y dejaba que deambulasen por las habitaciones, murmurando ante tal o cual renovación, donde en sus tiempos había una pared, o recordando el olor del cuarto de baño los domingos antes de ir a la iglesia. Y así, sucesivamente, hasta que todo les cuadraba en la memoria y podían marcharse tranquilos. Por lo general no les llevaba más de diez minutos: tiempo necesario para dar fe de sesenta años de existencia renqueante. En general los que aparecen ya han pasado la cincuentena. Los más jóvenes lo tienen todo registrado en el móvil. Y no es hacer mucho por otros seres humanos, ayudarlos a entender su historia con claridad. Es lo que todos ansiamos, si no me equivoco."




"No es, sin embargo, el más sencillo viaje emocional ir cuatro días antes de Navidad a visitar a mi ex mujer (¡llevamos divorciados treinta años!) a una residencia especializada cuando padece una enfermedad incurable y mortal y no me he llevado muy bien con ella, pero ahora vive a veinte minutos en coche de mi casa y de un modo u otro tiene problemas. Las relaciones nunca acaban, como dijo el poeta."




"Como historia norteamericana no es tan insólita. Porque no hay una forma adecuada de planificar la vida ni tampoco de vivirla: sólo un montón de formas inadecuadas."